jueves, 27 de marzo de 2008

Algo está cambiando en el mundo

Pronto se cumplirá un año del discurso que pronunció Nicolás Sarkozy en la ciudad de Bercy durante un acto multitudinario, en plena campaña electoral por la Presidencia de Francia. Un discurso que bien podría convertirse en un referente para los partidos centristas y humanistas del mundo entero, debido a la fuerza y pasión con que defiende unas ideas que no siempre son políticamente correctas, y que vale la pena recordar.

Sarkozy fustiga sin clemencia y con enorme severidad lo que él denomina “la herencia de mayo del 68”, la cual introdujo el cinismo en la sociedad y en la política e impuso un relativismo intelectual y moral en el que todo vale, en el que no hay ninguna diferencia entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo falso, entre lo bello y lo feo, en el que todo está permitido y ya no existe nada que sea sagrado o que pueda ser admirado.

La izquierda heredera de ese mayo del 68, cuya influencia padecemos todavía hoy en día en el mundo entero, es una izquierda individualista, una izquierda que se cree intelectual y moralmente por encima de los demás, que busca implantar un pensamiento único en el que la falsa noción de igualdad va de la mano de una extraordinaria incongruencia, y cuyas políticas sociales asistencialistas y parasitarias no han resuelto ninguno de los problemas que con tanta furia –y no poco acierto, hay que decirlo— han señalado durante años.

Frente a esa tendencia a todas luces decadente y herida de muerte, el hoy Presidente de Francia propone la cultura del mérito y del esfuerzo, propone reivindicar el valor del trabajo, de la autoridad, de la familia y de la nación. Propone mirar para adelante y liquidar la hegemonía cultural del mayo francés, una hegemonía que ha sido perniciosa y que ha terminado por perder vigencia una vez que sus referentes ideológicos han demostrado ser absolutamente falsos. Con esas ideas, Nicolás Sarkozy conquistó la Presidencia de la República Francesa hace unos meses.

Pero no solamente es Sarkozy. Ideas semejantes son enarboladas también por personajes como Álvaro Uribe en Colombia o Felipe Calderón en México. El innegable éxito de sus gestiones está demostrando que existe una auténtica alternativa al progresismo y al pensamiento único; que se puede combatir al populismo desde el humanismo; que la mano firme no está peleada con las libertades sino que, por el contrario, es necesario contar con un Estado de Derecho sólido y una autoridad fuerte justamente para garantizar la libertad de todos. Que la única manera de acabar con la pobreza es generando riqueza, y eso se logra mediante el trabajo, la libertad para emprender y el respeto a la dignidad humana.
Sin duda, algo está cambiando en el mundo. Y parece que es para bien.

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