Esta línea discursiva es de suyo correcta, aunque sería mejor anotar, que esa igualdad, parte como una mecanismo en contra de la discriminación y las prebendas de ciertos grupos, camarillas o élites ante la ley, lo cual la vulnera a los ciudadanos de a pie en el ejercicio o goce de los derechos naturales y los consagrados en el orden jurídico del Estado.
En las revoluciones, (la mexicana, rusa, china, cubana) y los movimientos guerrilleros latinoamericanos (El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Colombia) del siglo XX profundamente influenciados por conceptos ideológicos y bajo una concepción particular de lo que debe de ser el Estado y su constitución formal y material, predominó el discurso de llevar a las mayorías, (las masas, “El Pueblo”, el proletariado, los obreros, los campesinos,) a una posición de asumir el poder del Estado y romper con el sistema de opresión de la oligarquía y la plutocracia. Es decir, el conseguir un modelo de gobierno horizontal, en el que más personas tuvieran más poder y beneficios materiales.
Así, se incendiaron las conciencias de millones de seres humanos oprimidos por un modelo económico y social excluyente, y se les mintió de manera sistemática aprovechándose de las omisiones injustificables de la clase dirigente, para crear un estado general de odio social. La lucha de clases estaba lista para derrocar de manera violenta a los que por miopía y cerrazón no veía la flagelante realidad: una mayoría de ciudadanos pobres, sin acceso a oportunidades de alcanzar una vida digna en la que lograran su realización personal y familiar.
Pero lo que al paso de los años se evidenció de manera objetiva y contundente, fue el empoderamiento de solo unos cuantos “camaradas”, que si bien transformaron radicalmente al sistema y a las instituciones que regían la vida de millones de personas, no mejoraron la calidad y la dignidad de vida de los que incendiaron sus conciencias y se fueron a luchar en las revoluciones y guerrillas fraticidas que desangraron a sus sociedades. El balance al triunfo de la cruzada revolucionaria, fue en todos los casos, gobiernos autoritarios que restringieron las libertades fundamentales del ser humano.
El buró político y la estatización de la sociedad devino en que había “de ciudadanos a Ciudadanos”. Se persiguió a los que disentían (Solyenitzin en
Estos “Padrecito(s) de los Pueblos” (cómo Stalin se hacía llamar) o Compañero(s) (como se usa aun en
Me explico. Si bien el movimiento revolucionario nace por la situación de injusticia social y política, dado que solo unos cuantos acaparaban la riqueza económica y las oportunidades de desarrollo, la nueva clase dirigente incendiada por la lucha de clases y el odio al ancient regime, reproduce a su manera un nomeklatura que les permita a ellos y a sus familiares y amigos gozar de los privilegios que la mayoría del pueblo ve cómo inalcanzables.
Si bien, eso de por si es deleznable por lo que significa; es mas grotesco lo que vemos hoy en día en América Latina.
Somos testigos de
En Cuba, la casi extinta República, se convirtió en feudo, y el dictador Fidel traspaso el mando a su hermano; en Nicaragua, el comandante Ortega tiene en sus giras “de trabajo internacionales” como séquito a su esposa, 8 hijos, y sus parejas, de hecho Ortega gobierna a Nicaragua vía telefónica (según fuentes de dos ministros de su gobierno en entrevista al diario colombiano El Tiempo el 3 de junio de 2008),
La democracia, si bien imperfecta, es un mecanismo que tenemos a la mano para hacer mas justas a las sociedades. La igualdad ante la ley y la equidad ante el gobierno son medios para que la gran mayoría goce de satisfactores no solo materiales sino espirituales. La rendición de cuentas y la transparencia en la gestión pública gubernamental es un freno a estos abusos.
¿Pero que hacer en países hermanos donde la democracia es una aspiración ante una realidad totalitaria y populista? La única respuesta que tengo es la de la denuncia y el señalamiento, por que es muy triste que a la fecha aun existan pseudo intelectuales progresistas que no quieran ver la realidad de los pueblos y defiendan lo indefendible desde la trinchera incendiaria de la ideología.