miércoles, 11 de junio de 2008

Alerta por la crisis alimentaria


La crisis alimentaria es una prioridad en la agenda del Secretario General de la ONU Ban Ki Moon establecida en Mayo último con su equipo cuando subrayó que “estudiaría las causas radicales y propondría soluciones para ser implementadas en forma decisiva” al mismo tiempo que pidió a los Jefes de Estado que llevaran a Roma “ideas nuevas” para dar solución a la amenaza de la subsistencia de cientos de millones de personas.

El encarecimiento de los alimentos responde a varios factores, algunos mencionan la mayor demanda de China y la India, o el dólar bajo. Otras miradas hablan del vuelco de inversores especulativos a los mercados de las commodities dejado en obviedad en el mercado de Chicago, y el desarrollo de los biocombustibles a partir también del aumento especulativo del barril de petróleo que ya superó los 130 dólares, valor que influye directamente en los precios de los productos agrarios. Una vez más los especuladores cargan con la culpa dejando a los "pobres" gobiernos latinoamericanos el deber de tener que reglamentar y ordenar estos mercados.
A su vez, se ha acelerado la producción de biocombustibles que, en países de América Latina tales como Brasil su producción ha pasado de ser del 14 al 30% en tan solo un año.
Por lo visto, se podría sintetizar en el siguiente croquis:
- El aumento significativo del ritmo crecimiento de la demanda mundial de alimentos, estaría dado por:
- Crecimiento de la economía mundial: en los países industrializados y especialmente en los emergentes.
- Mantenimiento del tipo de cambio favorable en Europa y Asia.
- Impacto marginal de los biocombustibles en la competencia por el uso de las tierras y en los costos de producción.
- Caída de stocks dado por aumentos de precios por factores fundamentales de la oferta y la demanda y por los altos precios del petróleo.

Más allá de los coyuntural, debemos analizar las limitaciones estructurales para enfrentar esta crisis, que son las restricciones del uso de la tierra por el cambio climático y el deterioro de los recursos naturales y las restricciones tecnológicas marcada por la productividad de las últimas décadas.

El impacto del aumento de los precios se refleja en positivo en las balances comerciales de los países de América Latina que son exportadores de alimentos, al mismo tiempo que se refleja en negativo en los índices de inflación que perjudica en primer lugar a los pobres. Resaltando esto último, dado que se redujo el nivel de compra de alimentos para ayuda humanitaria, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) el año pasado la distribución de víveres se redujo en un 15%, es decir, a menos de seis millones de toneladas, la más baja desde 1961. Un reciente informe de este organismo indica que actualmente el aumento en los precios de los alimentos impacta fuertemente la provisión de trigo y maíz.

En la Cumbre alimentaria en Roma, los Jefe de Gobierno y Presidentes de los países donantes anunciaron el incremento de sus donaciones para combatir el hambre en los países que más sufren el impacto de la actual crisis mundial de alimentos. Entre los países donantes y las entidades financieras más importantes estaba Venezuela que se comprometió en donar 100 millones de dólares para apaliar esta crisis que se origina en el alza de los precios. Paradójicamente, Venezuela ayuda en la crisis humanitaria con el mismo dinero que gana con la especulación y el alza en los precios del petróleo que lo retroalimenta.

Las intervenciones propuestas están orientadas a mejorar la seguridad alimentaria de los más necesitados, la reducción generalizada de los precios internos de los alimentos, y a aumentar la oferta.

En Argentina se eligió hace 3 meses en aumentar las restricciones a las exportaciones que el único impacto positivo es el aumento de las recaudaciones fiscales y los problemas han ido más allá de las pérdidas de mercado y confianza, de la generación de ineficiencias en el funcionamiento del mercado, hasta llegar a plena crisis en su Gobierno por el conflicto con el campo.
Si en el siglo XX, la Argentina era conocida como el granero del mundo, el siglo XXI encontró a Brasil merecedor de ese título, segundo exportador de soja y de carne, el primero en términos de valor, que se sumaron ya al tradicional liderazgo en exportación de azúcar y de café en términos de valor y de volumen. Además, el gigante sudamericano lidera en la región la producción y el uso de los biocombustibles.

Quizás, para quienes lo han escuchado, nos consuele el elogio a América Latina, del director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, quien destacó la solidez fiscal alcanzada, que ha permitido a los países de la región sortear la crisis financiera y el alza de los precios mundiales de las materias primas.