viernes, 25 de enero de 2008

¿Hay alternativas a los partidos?

Está comprobado empíricamente que cada día menos personas se identifican con algún partido político, y este fenómeno dista mucho de ser exclusivo de México; por el contrario, en prácticamente todo el mundo occidental -y muy en especial en Hispanoamérica- los partidos políticos han dejado de cumplir las funciones socializadoras que antaño desempeñaban y de las que hoy se encargan un amplio mosaico de organizaciones no gubernamentales. Aunado a lo anterior, pareciera políticamente correcto criticar a lo que se ha venido en llamar “la partidocracia”, a la que se acusa de corrupción, de lejanía con sus electores o de buscar sus propios intereses.

Es cierto que los partidos no son instituciones connaturales al ser humano, como sí lo son, por ejemplo, la familia, el municipio o una asociación profesional. Sin embargo, también es cierto que la pluralidad existente en las sociedades posmodernas exige que todos los intereses y formas de pensar puedan ser representados.

Las constantes campañas de denostación hacia los partidos, impulsadas por supuestos voceros de “la sociedad civil”, no proponen una alternativa a éstos que sea viable. Sí preparan el camino, por el contrario, a futuros líderes demagógicos que, apelando a la falta de efectividad de los partidos, propongan regímenes políticos personalistas y autoritarios.

Los partidos siguen desempeñando funciones muy difíciles de sustituir, que van desde el reclutamiento de cuadros para los cargos públicos, hasta la postulación de proyectos políticos de carácter global, pasando por el ejercicio de la función electoral y legislativa. Así, los partidos reducen costos de información para el votante, son contenedores de memoria colectiva y encuadran y disciplinan a los electos. Numerosos politólogos han demostrado que sin partidos la competencia democrática se volvería impredecible e incierta.

Por lo tanto, es fundamental contar con partidos fuertes e institucionalizados. A nadie le conviene tener partidos débiles o que estén marcados por el caudillismo de algún personaje determinado. No es impulsando supuestas candidaturas independientes, mal llamadas ciudadanas, o generando una opinión negativa hacia los partidos como tendremos una democracia de mayor calidad. Será, más bien, con reformas institucionales que fomenten una real vinculación de los representantes con los representados, y una correcta agregación de intereses por parte de los partidos.

Quien llega al poder a través de un partido, tiene compromisos con ese partido. Quien llega al poder sin partido, no se siente comprometido con las instituciones. Así ocurrió en varios países de la región en donde los colapsos de los sistemas de partidos, muchas veces alentados por aparentes liderazgos sociales, trajeron consigo involución política y sistemas no democráticos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo en lo que dices. Me gusta leerte porque aprendo algo siempre. Gracias...

NO ES TAN GRATIS MIRAR FIJO A ESTA PRINCESA dijo...

MUY CIERTO LO QUE DEBATES...
HABRA QUE PASAR POR ACA MAS SEGUIDITO
GRACIAS POR PASAR POR MI BLOG
BESOS
THABATHA